Pues es verdad. Te paras. Miras hacia atrás. Nada. ¿Cuántos nombres somos capaces de nombrar de heroínas negras del pasado, de la antigüedad?. ¿Cleopatra?… y eso que sigue en cuestión verla incluida en esta galería de nombres ocultados. Sin embargo, (¿todavía así?) las ha habido, no hace falta acudir a ejemplos como el anterior, y Sylvia Serbin, una periodista e historiadora de formación, que ha estado muchos años investigando antes de poder dar a luz esta obra, intenta con este libro mostrar de manera ambiciosa, frente a la tradicional imagen de mujer victima o sumisa, “cómo la mujer negra ha sabido siempre dar prueba de un liderazgo cuando la situación lo precisaba”.
Cuenta Serbin en el prólogo, una anécdota que le sirvió como detonante para emprender la redacción de este libro, que ya había comenzado a investigar años atrás: “mi hija, que por entonces tenía ocho años, me preguntó perpleja un día: ¿Cómo es que los demás países tienen mujeres célebres y no la gente como nosotros (con la piel negra, se sobreentiende)? Los indios tienen a Pocahontas, los americanos a Calamity Jane, los franceses a Juana de Arco, los ingleses a la Reina Victoria. Y nosotros, ¿no existíamos entonces?”. Lo anterior la hizo reflexionar: “La historia llamada universal no les reconoce ningún papel, aunque sí lo hace para mujeres de otros grupos humanos. Como consecuencia, los manuales y los programas escolares, incluso en África, no visibilizan en absoluto a las mujeres que han participado en las luchas de su sociedad. Aun así, determinadas tradiciones orales han conservado el rastro de algunas de ellas”.
Que la historia del continente africano no comenzó a formularse a partir del “descubrimiento colonizador”, también se atestigua a través de estos veintidós retratos de mujeres influyentes, resistentes, profetisas, guerreras, víctimas o madres de héroes, la mayoría de ellas desconocidas para el gran público, que vivieron desde la antigüedad hasta principios del siglo XX, mediante las cuales el libro nos muestra hasta qué punto esas grandes protagonistas de la historia han sido silenciadas, relegadas al campo del olvido y la sumisión, y ninguneada su transcendental importancia y aporte a “la edificación de la civilización universal”.
Alejándose de una idealización revanchista, Serbin propone un repaso fascinante en ocho grandes bloques. Reinas (Anne Zingha, La reina Pokou, Tassin Hangbe, Ndete Yalla, Ranavalona III), Mujeres poderosas e influyentes (Nefertiti, reina Kassa, Malan Alua, Madame Tinubu), Profetisas, grandes romances, Guerreras (las amazonas de Dahomey), Madres de héroes (Sogolon Kedjou, madre de Suniata y Nandi, madre de Shaka). Uno de los bloques más interesantes lo componen aquellas que resisistieron. Desde la reina Kahina a las mujeres de Nder, pasando por la historia esclavista de la mulata Soledad hasta la de Harriet Tubman, la heroina norteamericana más conocida. Junta a todas ellas asoma quizás una de las historias más conocidas; el retrato de la Venus Hotentonte, Sarah Baartman, que nos habla de la torturada vida de una joven que fue exhibida por toda Europa como un animal de feria.
La primera pareja interracial en Francia
Salou Casaïs era una noble maliense originaria de Gao, formada en árabe y muy instruida, que, a principios del siglo xv, siguió a su marido francés hasta la región de Toulouse, donde vivió recluida pues la buena sociedad a la que pertenecía su marido no la aceptó. Esta mujer africana tenía sin embargo mucha clase y ayudó a su marido a redactar el diccionario de francés-latín-songhai, así como el manuscrito con el relato de su viaje a África. Podemos considerar, en efecto, que fue sin duda la primera pareja mixta en Francia.
Pero su historia nos enseña algo más: la relevancia de ciertos conocimientos africanos ya en esa época. Salou vino a Europa acompañada por su médico personal, Aben Ali, que se había formado en la famosa universidad de Tombuctú. Cuando llegaron a la localidad de Castelnau-d’Estrétefond, donde estaba el castillo de la familia de su marido, la gente no quería acercarse a ellos porque eran negros. Pero gracias a su gran conocimiento de las plantas medicinales, el médico de Salou salvó de la muerte a algunos campesinos del lugar. Su reputación fue tal que muchas personas venían a consultarle, incluso los burgueses de la ciudad. Y en marzo de 1420 salvó la vida del joven Carlos VII, el futuro rey de Francia, afectado por una fuerte fiebre cuando hacía un viaje a Toulouse. Ningún médico local había podido hacer nada, así que llamaron a Aben Ali, que curó al príncipe. Recibió mil escudos de oro en señal de agradecimiento, lo que suscitó unos celos feroces entre los médicos de Toulouse y fue probablemente la causa de su muerte por envenenamiento.
El libro, primero en su género, surgió con el deseo implícito de espolear el interés por seguir investigando sobre el tema, a pesar de que en este empeño Serbin no ha obtenido el éxito esperado. “Conocí a un profesor – afirma en una entrevista con Laura Remei Martinez-Buitrago traductora de esta obra– de universidad en África que casi se quejaba (en tono de broma, por supuesto) de que desde que habían descubierto mi libro, cada vez más estudiantes del Master de Historia querían hacer sus Memorias sobre personajes femeninos que habían sido olvidados por la historia de su país. Decía que era por mi culpa, pues ellos, los profesores, no estaban especialmente interesados en la idea de poner de relieve a las mujeres que habían tenido un papel histórico.”
Pero además, esta obra nos habla de otra historia paralela. Publicado en origen en francés en 2004, tuvo un gran éxito. En ese momento un editor alemán decidió traducir la obra a este idioma y publicarla. Sin que Serbin tuviera noticias de manera directa, se enteró por la prensa de ello y solicitó leer la versión en alemán. Así, comprobó que se habían ocultado, manipulado y cambiado párrafos enteros de la obra original. El suceso llegó a la justicia, pero sobre todo expone de manera clara hasta qué punto el afán por falsificar la historia negra y su aporte universal siguen vigentes.
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